14/4/11

Jaisalmer, o donde encontrar a Sherezade





Sí, algunos de los cuentos que contaba Sherezade noche tras noche al sultán para salvar la vida estaban localizados en la India, de hecho el libro “Las mil y una noches” describe de forma maravillosa la India, Persia, Siria, China y Egipto. Y quiero imaginar que en Jaisalmer, donde las mil y una noches cobran sentido en cada callejón de esta mágica y bellísima población.



A las 5 AM llegó nuestro tren a Jaisalmer, todavía de noche. Nos fueron a recoger los propietarios del hotel. En esta población habíamos escogido el Rajmandir hotel, enclavado en las mismas murallas del fuerte.





El recorrido en dos motocarros a la fuerza, ya que los coches no tienen cabida dentro del fuerte. Desde lejos pudimos contemplar la grandiosidad y belleza del fuerte ya con las primeras luces del día. Entramos por la puerta principal y ascendimos por el empedrado hasta la misma entrada del hotel, tres vacas que estaban tumbadas tuvieron que interrumpir su descanso para que pasaran los motocarros. Nos recibió el dueño del hotel y nos llevó a nuestras habitaciones donde dejamos nuestro equipaje. Rápidamente subimos a la azotea, desde donde se disfrutaban de unas vistas espectaculares del interior del fuerte, las almenas y la población exterior. A esas horas las murallas lucían doradas por el sol saliente. Decidimos desayunar en la azotea mientras despertaba poco a poco la población.

































































Después del desayuno nos retiramos a dormir ya que apenas habíamos descansado en nuestro viaje en tren. Las habitaciones eran muy cómodas y con mucho encanto, con paredes de piedra con estilo medieval.
Cuando nos levantamos nos dispusimos a realizar nuestro primer recorrido por los callejuelas interiores del fuerte.
El fuerte es realmente grandioso en todos los aspectos y hace honor a su leyenda. Esta situado en lo alto del monte Trikuta. Tiene 99 enormes bastiones o almenas, antiguas estancias del Raj. Casi todos son pensiones o Havelis que alojan a turistas. Su piedra se esculpe de la misma piedra del monte, dorada y caliza.


Jaisalmer, fundada en 1156 y fue un punto comercial estratégico para las rutas comerciales entre India y Asia Central.
Su época dorada transcurrió en el siglo XVII donde se construyeron palacios y Havelis.
Su decadencia empezó con el transporte marítimo y el comercio en el puerto de Mumbai.
Hoy en día vive del floreciente turismo, aunque está amenazada su parte fortificada por diferentes hundimientos.
El mayor encanto de Jaisalmer reside en sus laberínticos y encantadores callejones donde esconderse es obligatorio. Allí podemos contemplar varios templos Jainies, el antiguo Palacio del Maraja y cientos de Havelis.










































































El Rajputa Jaisala construyo el fuerte en 1156 y como he dicho antes está enclavado en el monte Trikuta a 80 metros de altitud. El 255 de la población del casco antiguo vive en el recinto amurallado dotado de 99 almenas o bastiones. En uno de estos bastiones estamos alojados.
Nos atrincheramos de agua y nos dispusimos a recorrer las maravillosas y mágicas callejuelas de Jaisalmer. El hecho de que estuviéramos en Monzón ayudó a que no hubiera muchos turistas “suicidas”. Eso sí, si antes habíamos pasado un calor sobrenatural, en el desierto de Jaisalmer frontera con Pakistan se derretían hasta las pestañas.
Así que debíamos controlar nuestros tiempos a la intemperie, so pena de morir achicharrados y deshidratados.






Jaisalmer pronto se convirtió en una de mis poblaciones favoritas en la India. Aquellos callejones sobrepasaban cualquiera de las mejores fotos que hubiéramos visto antes o cualquier texto cantando las alabanzas del lugar.

El fuerte de Jaisalmer, una conmoción para los sentidos. De un color dorado agradable, sus casas y paredes de amable construcción, estrechas y acogedoras callejuelas con vida propia por sus gentes trajinando, con tiendas y puestecitos, sin tráfico, con vacas vagando sin rumbo a cada paso, cielos azules asoman como techos al final de las altas paredes de algunas casas, telas y alfombras de vivos colores a veces a modo de toldo sosegaban nuestro calor por segundos y rompían y armonizaban con el agradable y cálido dorado de la piedra de fuerte, Y en cada esquina, la genuina probabilidad de tropezar con Sherezabe.
































































































Hugo encontró una tienda donde vendían ropa, telas y juguetes, y se le antojó una espada de plástico. En las mil y una noches estaba también reflejada la India. ¿Cómo negarle un sable a Hugo en la casa que podía a ver sido de Aladín?
Así que a partir de ese momento los pasos de Hugo por las estrechas callejuelas de Jaisalmer, discurrieron blandiendo su espada a diestro y siniestro. Descamisado como iba y torso a viento, estaba encantado con su nuevo juguete.
Después de andar un buen rato realizamos unas de las visitas a uno de los templos jainies.
Decidimos entrar en el Templo de Chandraprabhu construido en el Siglo XVI. Muchas de sus esculturas recuerdan a las de Ranakpur por su gran trabajo escultórico y sobre todo por el gran detalle en muchas de sus piezas.
Esta dedicado al octavo Tirthankar y su símbolo es la luna. Hay muchas esculturas trabajadas en mármol blanco, sobre todo bailarinas y animales. La cúpula de este Templo es deslumbrante ya que está trabajada a un solo bloque.
A la salida Pablo compró en un puestecito una mini fuente de circuito cerrado y en latón, de esas antiguas que se accionaban con una palanca. Tanto Pablo como Hugo tenían un nuevo juguete, casi pieza de coleccionista, con el que entretenerse en los ratos en que había que estar a refugio del calor, que eran muchos.





Seguimos callejeando y entramos en una tienda de telas. Allí Marga se compro unos pantalones indios; otra ayudita para subsanar nuestra pérdida de maletas.

Como habíamos desayunado muy temprano, a las 11:30 ya teníamos hambre. Durante el paseo algunos hombres se nos ofrecieron de ganchos para llevarnos a sus restaurantes. Al final aceptamos la proposición de uno de estos y os fuimos a comer a uno que estaba en lo alto de una casa escondida en los callejones. No tenía aire acondicionado pero estaba muy bien ventilado, con un sistema de corrientes de aire realmente eficiente. En el pequeño restaurante había dos partes, una con mesas y otra con cojines y alfombras en el suelo y mesas bajas de maderas. Escogimos esta última ya que nos pareció más cómodo e informal. Nos repanchingamos en el suelo y estuvimos bromeando y reptando mientras nos traían la comida. Hugo perseguía con su espada a un enorme abejorro que entro a husmear.
Mientras estábamos comiendo entraron dos chicas que hablaban francés, aunque una de ellas era española residente en Francia. Nos cruzamos algunas palabras, aunque curiosamente no sería la única vez que coincidiéramos en Jaisalmer.
















































































Después de la comida visitamos el Palacio del Marajá. Con siete plantas, fue construido por el general Rai Singh del ejército del emperador mongol Akbar.
La entrada en si ya es espectacular al tener que cruzar extraordinarios portales que conducen al gran patio.
Destaca la galería Rang Mahal, decorada con espejos y esculturas del siglo XV y con unas vistas del fuerte y Jaisalmer espectaculares.


Después de la visita al palacio nos refugiamos en las habitaciones del hotel para descansar del monumental calor del desierto. En realidad no demasiado tiempo, ya que pronto salimos otra vez para pasar unas horas en alguna piscina. Después de un par de visitas infructuosas a dos hoteles en un maximotocarro (uno más grande de lo normal), aterrizamos en el Gorbandh Palace Jaisalmer, un hotel a las afueras con una piscina cuidadísima y un entorno muy especial.
Allí pasamos una horas estupendas a refugio del tórrido desierto y volvimos a encontrarnos con las “francesitas” que como nosotros no se alojaban en ese hotel pero habían tenido la misma idea de disfrutar de su piscina.





Volvimos a Jaisalmer y callejeamos una vez más por sus callejones. Ahora el sol había caído y aunque el calor aquí es siempre sofocante, nos deleitamos más en nuestro paseo.
La ciudad dorada a nuestros pies, sin tráfico, sólo alguna moto perdida, el colorido de las alfombras en las paredes como estandartes medievales, otra vez sus vacas errantes y su atmosfera limpia. El fuerte era una autentica fortaleza de sensaciones que trasportaba a uno 400 años atrás, y aunque suelo abusar de los superlativos para calificar muchas de las poblaciones de nuestros viajes, he de reconocer que Jaisalmer es especial entre los lugares especiales, un auténtico reducto de magia y emoción en cada esquina o callejón.























































































Cuando cayó la noche volvimos al hotel. Esa noche cenaríamos en la azotea en una de las gigantes almenas del fuerte y realmente lo pasamos muy bien entre risas y charlas. Marga y yo nos tomamos unas cervezas Taj Mahal de 0,5 litros que no estaban nada mal para acompañar a las viandas de la tierra.
Allí en la almena se disfrutaban de las preciosas vistas del fuerte iluminado, al otro lado se podía contemplar también la población exterior al fuerte de Jaisalmer.
Uno se regodeaba pensando que el día siguiente nos esperaba para seguir disfrutando de los hechizos de Jaisalmer.





A la mañana siguiente me desvelé muy pronto. A las 6 A. M. ya estaba en pie, así que metí en la mochila algo de agua y algo de comida y me encaminé a ver uno de los Havelis o casas típicas de allí, situado en la población exterior al fuerte.
De los dos Havelis que hay más importantes me decidí por el de Salim Singh-Ki- Haveli, es privado y tiene una construcción muy especial. Aunque la base es como muchas otras cosas, la siguiente planta se estrecha considerablemente, pero curiosamente es la última planta vuelve a ser más anchas que la anterior y con encantadores balcones arqueados, terminando en cúpulas azul claro. Fue construida hace 300 años y sigue habitada. Antiguamente fue propiedad del primer ministro de Jaisalmer Salim Singh.
Pague la entrada al Haveli a una mujer mayor que llamó al dueño para que hiciera de guía.
Nada más traspasar la puerta aparecimos ante un patio interior de suelo dorado igual que todo Jaisalmer. Sólo que aquí parecía más amarillo por la luz matinal.




























































































Una preciosa muchacha fregaba el suelo a mano y con un trapo, estaba en cuclillas y sonreía feliz. Lucía cuatro pulseras, dos de ellas plateadas en los tobillos. Era una mujer de una belleza natural especial, me sonrió y siguió a lo suyo.
En las partes que rodeaban el patio había unos porches donde se almacenaban vasijas de barro, utensilios de cocina de aluminio, muebles viejos y sacos de cereal.
También había otro rincón con un par de camas desvencijadas y tres baúles amontonados en la cabecera de una de ellas.
Atravesamos el patio y esquivamos la ropa tendida para subir por unas escaleras hasta la segunda planta primero y la última después. Desde arriba se disfrutaba de unas fantásticas vistas del fuerte, a parte de una visión cenital del propio patio de la casa.



































































Cuando salí del Haveli me dirigí también andando hasta el Estanque de Gadi Sagar, por el camino pude comprobar que en la población externa del fuerte proliferaban de toda clase de tiendas; de ropa, electricidad, puestos de frutas, muchas joyerías y comestibles.
En una de estas tiendas de comestibles me paré, ya que un niño de unos doce años vendía Habelis, una pasta naranja frita y muy dulce típica de aquí, un poco empalagosa pero muy sabrosa.
Pasé junto al mercado donde venden vasijas, frutas y verduras. Me paré a tirar algunas fotos y continúe mi camino.
Llegue al estanque de Gadi Sagar situado al Sur de las murallas y que en su día fue el depósito de agua de la población.
Una de las formas de acceder al estanque es a través del arco gigante que hay bajo el Tilon-Ki-Pol, una construcción magnífica. Según cuenta la leyenda fue construida por una prostituta a pesar de la negativa del marajá, que alegaba el no podía rebajarse a pasar bajo ese arco.
Al final construyo Tilon-Ki-pol en ausencia del marajá, coronándola con un templo en honor a Krisma para que no fuera demolido.
El estanque es realmente precioso al estar rodeado de muchos templos y santuarios. En sus orillas hay barcas a pedales y tipo góndola para pasear por sus aguas.
Sus aguas son verdosas y escasas antes del monzón que todavía no había llegado, aún así su belleza no decrece.
Curiosamente desde el estanque se disfruta de la mejor vista global del fuerte, viéndose todo su perfil almendrado sobre el monte Trikuta que a su vez se eleva sobre la población de Jaisalmer.


















































Un camello que tiraba de un carro pasó por allí llevando un grupo de turistas alrededor del estanque. En ese momento un niño de unos 12 años se me arrimó y me preguntó algo, al principio pensé quería saber acerca de si yo tenía hijos, y yo le contesté que tenía tres. Pero resulta que me preguntaba que si me gustaba los chicos. No estaba seguro de que me preguntara eso, pero después de más palabras parecía claro lo que ocurría. Me despedí de él y le dije me esperaba mi familia, antes le pregunté si estudiaba y me dijo que no.
¡Qué tristeza! Y cuanta vulnerabilidad en este mundo, y más en estos países donde un niño se dedica a estos asuntos.
Volví al hotel todavía pronto y desayunamos todos en la Almena una vez más.
Los mayores chateaban con sus amigos y Hugo jugaba.
Le comenté a Marga lo del estanque de Gadi Sagar y se animó a verlo, esta vez nos fuimos los dos solos. Los niños estaban un poco cansados de tanto templo y piedra, además a esas horas el desierto de Jaisalmer se hacía notar.
A Marga le encantó el estanque y disfrutamos bastante de sus templos y tranquilidad. Durante el camino de vuelta paramos en algunas tiendas a comprar algunos regalos. Entramos en un par de joyerías y compramos un par de piedras para las mamás, en concreto unos colgantes de jade rosado a muy buen precio.
Volvimos al hotel, y ya con los niños nos perdimos una vez más por los callejones tranquilos de Jaisalmer. Ese día comimos en un restaurante situado a la derecha nada más adentrarnos en las murallas. Decente comida y muy cómodo, otra vez tirados en el suelo, esta vez con aire acondicionado. Las paredes del restaurante estaban lucidas con una mezcla de excremento de camello y adobe, salpicado con pequeños espejos incrustados que adornaban las paredes por todas partes.
Pasamos un buen momento en este restaurante. Esa tarde saldríamos hacia Jaipur y nos despedimos de esta pequeña población de cuento, donde Sherezade pudiera aparecer en cualquier esquina.


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