19/2/11

Udaipur, donde los palacios flotan





Después de un viaje de 11:30 horas en tren, llegamos a Udaipur a las 5:30 A.M.. Entumecidos nos dirigimos a la salida de la estación, allí una horda de taxistas reclamaba nuestra atención para que escogiéramos su taxi. Tres o cuatro hombres vociferaban a la vez ante nuestros todavía dormidos cuerpos. Al final un hombre alto, bastante grueso y con una gran barba blanca, alzó la voz y se impuso a los demás. Ofreció una oferta para llevarnos al hotel muy económica. El taxista llevaba una especie de daga o cuchillo sujeta a la cintura por una tela roja que hacía las veces de cinturón. Por su apariencia parecía afable y era un gran conocedor de todos los hoteles de la población.
Nosotros teníamos una idea concreta de qué tipo de hotel queríamos en Udaipur. Nos habíamos “quedado” con tres hoteles a elegir en la zona céntrica y a orillas del lago Pichola. Nuestro taxista viendo el tipo de hotel que queríamos nos enseñó algo más.




Al final nos quedamos en el Lakepichola hotel, uno diferente a los tres previstos, pero de igual categoría y también con vistas al lago. Con una fantástica ubicación en frente del Palacio de la ciudad. Además como sabíamos el precio aproximado de dos habitaciones dobles por haberlo visto en Internet, pudimos regatear con conocimiento de causa. Siempre en la India es más barato el precio del hotel en vivo que en Internet.

Las habitaciones eran bastante acogedoras y tenían una especie de apartado, como una un balcón cerrado al lado de unos grandes ventanales. El suelo estaba almohadilladlo con un colchón de suelo para sentarse y tomar el té, todo con unas estupendas vistas.
Aunque el monzón estaba en pleno apogeo el lago escaseaba en agua porque apenas había llovido. Y aunque esto deslucía el Lake Palace Hotel situado en la isla Jag Niwas, no dejaba de ser precioso.





























































Lo primero que hicimos en el hotel fue desayunar en las habitaciones, bueno en realidad tomamos una especie de desayuno almuerzo ya que en el tren no habíamos comido demasiado. Mientras desayunábamos pudimos ver la repetición de la final del mundial de Sudáfrica de la noche anterior entre España y Holanda. Con siete horas de retraso, pero suficiente para que Miguel pudiera resarcirse de la frustración de la noche anterior.
Vimos el gol de Iniesta y nos alegramos enormemente.
Después del desayuno nos dispusimos a recorrer la ciudad.


Udaipur o la ciudad del amanecer

Udaipur, ciudad de los palacios “Fairyland” “ciudad de los sueños olas hadas”.

Rodeada de colinas y montañas y con sus palacios integrados en el lago Pichola, una ciudad para soñar y para disfrutar.
Fue la joya del reino Mewar y estuvo gobernada por la dinastía Susodia durante 1200 años. En 1559 fue conquistada por el marajá Udai Singh del que debe su nombre.
Dice la leyenda que el marajá encontró un santón meditando en la orilla del lago Pichola, este le bendijo al marajá y le aconsejó la construcción de un palacio en aquel lugar.


Salimos a recorrer las calles y decidimos tomar el mismo taxi que nos había traído de la estación para toda la mañana. Ese que habíamos cogido con el hombre robusto del cuchillo. Pero esta vez había delegado en otro conductor. El coche era un antiguo Ambassador, un auto muy especial.
Nosotros teníamos más o menos claro lo que queríamos ver, pero al parecer también el taxista lo tenía claro y se empeñó en llevarnos a una tienda donde vendían pinturas típicas de la escuela Mewar, en realidad eran maravillosas, sobre todo las famosas miniaturas. Estuvo bien pero no fue una elección voluntaria y sobre todo tuvimos que aguantar al cortés vendedor y decirle que era todo muy bonito pero no estábamos interesados en comprar.
Después de esta primera visita le pagamos el trayecto al taxista y nos deshicimos de él.





Luego estuvimos callejeando por las tranquilas calles de Udaipur y nos dirigimos al fantástico mercado de frutas y verduras, todo un regalo de luz y color.
A primera hora de la mañana mucha gente deambulaba entre los diferentes puestos, multitud de vendedoras y algún vendedor ofrecían sus mercancías. Puestos de madera que estaban formados por una plataforma construida a base de simples tablones de madera con cuatro ruedas de bicicleta. En ellos e ofrecía toda clase de mercancía; judías verdes, tomates, plátanos, calabazas, berenjenas, hierbas aromáticas de todo tipo, guindillas.
Entre todos estos frutos de la tierra aparecían caballos tirando de hermosos carros y montañas de vasijas de barro, dulces típicos y otra vez más frutas como cerezas, membrillos, mangos, granadas, una interminable sucesión de coloridos puestos.

































































En un momento dado Hugo se paró a observar como unas mujeres artesanas fabricaban cestas de mimbre con sus manos. Jóvenes y mayores se afanaban en un trabajo que al pequeño Hugo le dejaba fascinado. Claro, él siempre veía el trabajo terminado y no siempre de manera artesanal, pero esta vez y ante sus ojos los mimbres se trenzaban magistralmente por unas manos ágiles y eficientes.
Las artesanas más jóvenes posaban con gracia y una sonrisa para nosotros, por lo que fue sencillo retratarlas.
Más allá otra mujer trabajaba con grandes cantidades de harina de maíz, mientras otra seleccionaba y limpiaba el propio grano.
Ante nuestros ojos fueron apareciendo puestos con pirámides de ajos y sacos llenos de granos de diferentes cultivos, cocos y bloques de panales en bruto. Entre todos estos puestos, niños y mujeres con sus saris coloridos adornándolo todo, casi mágicamente.

Uno se cruzaba con alguna mujer de mirada profunda y cargada de pendientes, con esa gracia especial que tienen para llevarlos en lugares inverosímiles. Algunas de estas mujeres parecían salidas del libro de las Mil y una noches, Scheherezade estaba presente en aquel mercado de mil maneras. Me atrevería a decir que las mujeres de Udaipur son especialmente hermosas, con una belleza natural única.






No faltaban niños pequeños en los brazos de sus madres y otros niños más mayores que acarreaban sacos en la cabeza de un lado otro del mercado y en medio un barbero afeitaba a un hombre en plena calle.
Un mercado especial y único para los sentidos. Aquel que me haya leído anteriormente me habrá oído decir más de una vez que es en los mercados donde se coge el pulso de una población. Una vez más la norma se cumplía.

Después del mercado nos fuimos a ver el Palacio de la ciudad.






















































































Palacio de la Ciudad


El más grande de Rajastán con 244 metros de longitud y 30,4 metros de altura. Está constituido por diferentes edificaciones que fueron construyendo sucesivamente varios marajás, el primero de ellos Udai Singh. A pesar de las diferentes construcciones, todas están integradas como un todo.
Está elevado sobre un cerro a orillas del lago Pichola, el palacio es realmente vistoso ya desde el mismo exterior. Estuvimos un buen rato disfrutando de su fachada color tierra antes de entrar.
Una vez en el interior no hay desperdicio, lleno de laberintos, patios y galerias, fuentes y jardines. Con parte de la fachadas llenas de incrustaciones de espejos y galerias con pinturas. Todo el palacio tiene también gran influencia china.
Cuando llegó la hora de pasar a la parte del palacio que aloja el museo había que volver a pagar por la cámara. así que decidí llevar la compacta y dejar la reflex. Desgraciadamente luego descubrí que la compacta estaba descargada y no fueron pocas las veces que me maldije por no poder hacer fotos de las diferentes estancias del museo.
En primer lugar visitamos el Mor Chowk con bellos mosaicos de pavos reales muy venerados en Rajastán.
Visitamos luego el Manak Mahal con grandes vidrios y espejos. Seguimos con el Krishna Vilas con una notable colección de miniaturas. Le siguió el Bari Mahal con un precioso jardín, el Moti Mahal con preciosos espejos y el Chini Mahal lleno de azulejos y especialmente bonito junto con el Marak Mahal anteriormente nombrado.
Al no tener cámara no fui "preso" de ella y pude admirar mejor todo, aun así, hubiera preferido tenerla.
Uno lee en la "Loli" toda la retahíla de recintos del museo y no le da la importancia que merece, y la verdad es que alguna de las estancias son verdaderas joyas.
















































































Después de ver el museo del palacio bajamos por la calle principal y estuvimos viendo las callejuelas de los alrededores hasta que llegamos al Templo de Jagdish de estilo indo-ario y construido por el marajá Jagat Singh I en el año 1651. Lugar donde se venera a Vishnu.
Su empinada escalinata está flanqueada por enormes elefantes. El templo casi puede pasar desapercibido al estar en medio del mayor bullicio de la ciudad y según la época la entrada puede estar cubierta de toldos.
Estuvimos allí un buen rato admirando su arquitectura y su ambiente. Realmente espectacular.



Nos fuimos al hotel donde alternábamos ratos de descanso con alguna que otra salida.
Mientras Marga y los chicos descansaban tomando un té en el suelo de la habitación frente a los grandes ventanales yo me fui a "apalabrar" un taxi que nos llevara a Jodhpur. Después de los días que pasaríamos en Udaipur nuestro próximo destino sería Jodhpur, de Udaipur a Jodhpur no había servicio de tren por lo que sólo quedaba la posibilidad del autobús. Nosotros queríamos un viaje a nuestro aire y con parada en el maravilloso templo de Ranakpur por lo que queríamos un taxi para no eternizarnos en el viaje.

Así que me lancé a la calle, en realidad crucé el lago Pichola por una de las partes secas enfrente del hotel. Me dirigí al centro de la ciudad. Después de contactar con varios taxistas encontré uno con las características que queríamos - grande y con aire acondicionado- y con el mejor precio posible de los vistos, 4300 rupias, unos 70 euros. Teniendo encuentra el largo recorrido con parada en Ranakpur y que el coche era grande y nuevo era un precio bastante bueno. Le dije al taxista el hotel donde estábamos alojados y que nos fuera a recoger pasado mañana a las ocho de la mañana.

Por la tarde dimos un paseo por los alrededores de los ghats de lago Pichola y nos arrimamos al Palacio de la isla del lago.










































Lago Pichola


El marajá Udai singh II después de fundar la ciudad inundó el pueblo de Pichola al construir el Badipol, una presa de ladrillos.
El lago tiene 4km de largo y 3km de ancho aunque muchas veces aparece bastante seco si las lluvias no han sido muchas.
El palacio de la ciudad esta en la orilla Este.
El lago tiene dos islas: Jag Niwas y Jag Mandir. Como ya he dicho nosotros estuvimos en el Lakepichola hotel con vistas al lago y a la isla Jag Niwas sobre todo desde la azotea. En esta isla se encuentra el blanco Lake Palace hotel o Jag Niwas Palace.
El lago estaba tan seco que se podía llegar a pie hasta el palacio, las lluvias monzónicas todavía no habían hecho presencia y apenas vimos algún chaparrón durante nuestro viaje por la India en julio.
El palacio fue construido por el marajá Jagat Singh II en 1754 como residencia de verano, hoy en día es un hotel de lujo.
En la otra isla, la de Jag Mandir, donde se encuentra el Jag Mandir Palace que fue construido por el marajá Kara Singh en 1620 y fue ampliado posteriormente por Jagat Singh.
La isla tiene una parte de perímetro compuesta por una línea de grandes elefantes de piedra.
































































Al día siguiente estuvimos dando paseos por la ciudad y descansando. El trajín de los días anteriores había sido tremendo, así que tuvimos momentos de mucha tranquilidad en el hotel. En realidad necesitábamos descansar y la población de Udaipur ayudaba al ser bastante tranquila, con la suerte añadida de que por primera vez teníamos una temperatura agradable con un nublado agradable que daba algo de fresco gracias también a la altura de 600 metros sobre el nivel del mar que tenía la ciudad.


Por la tarde Marga y yo nos fuimos a ver el Jardín de las doncellas o Saheliyon-Ki-Basi. El jardín fue diseñado para una doncella que adoraba la lluvia y fue utilizada por las damas de la corte como lugar de descanso y paseo.
El jardín está situado al lado del segundo lago más grande de la ciudad, el Fateh Sagar.
El lugar no era nada del otro mundo pero a nosotros nos pareció un remanso de tranquilidad, ya que el hecho de estar sin los tres chicos aunque fuera un par de horas era un relax. Siempre estamos encantados de estar con ellos, pero claro ya dije en un post anterior, aquí debíamos estar las 24 horas juntos durante 27 días, así que un poco de intimidad para todos nos venía bien. Y de esta manera pudimos admirar las fuentes, los elefantes de mármol y su tranquilo y vistoso estanque de flores de loto.
Vimos como las parejas acudían a pasear con sus hijos a este jardín y toda clase paseantes que se cruzó con nosotros.




























Volvimos al hotel, antes observábamos como unos niños se bañaban en las orillas del lago Pichola y junto a ellos una mujer se aseaba.

Cuando llegamos al hotel subimos a la azotea para admirar mejor el lago Pichola. Después de un buen rato disfrutando de las vistas decidimos cenar en el restaurante del hotel que estaba en su planta baja. Nos sentamos en una mesa justo al lado de una terraza que daba a la orilla del lago. Mientras nos traían la comida salimos a la terraza mientras tomábamos unos refrescos y unas birras. De repente Pablo alzó la vista y dijo: ¡mirad tres murciélagos gigantes! Efectivamente tres ejemplares enormes cruzaban el cielo en dirección Norte, al rato pasaron siete más, y otro grupo numeroso de unos 50. Al cabo de un rato eran cientos siempre en la misma dirección. El sol ya había caído y parecía el momento de su salida. Venían por oleadas, cada vez más numerosas, miles y miles de enormes murciélagos que provenían de las montañas cerraban el cielo con su vuelo.
Así estuvieron pasando durante una hora.
Hugo estaba alucinado de semejante espectáculo y daba palmas para alterar el vuelo de los murciélagos, pero estos volaban muy altos y no se inmutaban.

Fue nuestra última visión en esta tranquila población donde los palacios flotan.




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