1/11/10

Chitwan National Park - Nepal

















A las 6:30 de la mañana salimos hacia el Parque Nacional de Chitwan. Habíamos reservado tres días para visitar este maravilloso Parque. En realidad tres noches y 3,5 días. Pensábamos que estos tres días aquí ayudarían a recuperar fuerzas, sueño y ánimo. Además nos esperaban unos días de jungla apasionantes.
Dudamos mucho antes del viaje dónde realizar el famoso safari de elefantes… ¿ India, Nepal, Sri Lanka?. Sin lugar a dudas todos maravillosos, pero estábamos en época de monzones y esto condicionaba mucho el safari.














Cuando pensábamos en un Parque Nacional, teníamos en mente la posibilidad de ver al gran tigre, pero repasando los Parques indios vimos que muchos estaban cerrados o parcialmente cerrados en época de monzones. Además la posibilidad de ver al tigre en monzón bajan mucho al estar las hierbas altísimas (cerca de 2 metros) y al no necesitar el tigre acercarse a los ríos para beber, donde se les puede ver más fácilmente, ya que este tiene agua en cualquier charca sin necesidad de exponerse.
Aun así encontramos algún parque donde la posibilidad de ver al tigre en monzón aumentaba.






















Al final descartamos el ansiado tigre (otra vez sería), no hipotecaríamos de dos a 4 días de viaje en un todo o nada.
Nos decidimos por el Parque Nacional de Chitwan en Nepal a primeros de julio, por lo que teníamos más las posibilidades de buen tiempo.
Aunque en Chitwan era igual de difícil o más ver a un tigre, el Parque tenía otros alicientes añadidos. A parte del safari encima de los elefantes, teníamos la posibilidad de realizar uno en canoa, otro en todoterreno, la visita al pueblo Taru y sobre todo el baño con elefantes, algo que sólo ofrecía el Chitwan Nacional Park. Un baño donde uno se bañaba con los elefantes en el rió. Pero de eso ya hablaremos.














De los diferentes hoteles en el Chitwan Nacional Park hay algunos en el mismo centro del Parque, algunos muy buenos, pero con problemas de abastecimiento eléctrico y sin aire acondicionado, algo imprescindible si va uno en julio y se llegan a 40 grados incluso de noche.
Al final, después de mucho mirar, nos decantamos por los de la zona de Sauraha y en concreto por el Sapana Lodge, situado en un paraje encantador en todos los aspectos. Al lado de un río, en una zona agrícola con grandes arrozales, pescadores artesanos que lanzaban sus redes a mano desde las orillas.
Durante los días que estuvimos en el Sapana Lodge, el tiempo que no estábamos realizando safaris, que era mucho, lo dedicamos a observar las diferentes tareas agrícolas de los nepalíes.

















La construcción del Sapana era muy agradable, con grandes praderas verdes en su terreno, tenía un gran mirador de madera que daba a un pequeño riachuelo y también a toda la extensión del río Rapti . Desde este mirador se podía ver a los pescadores en acción y búfalos y elefantes pastando libremente.

Según nos acercábamos al lodge después de un viaje de varias horas, pudimos ver pequeñas casas con grandes ristras de mazorcas colgando de sus porches o simplemente secándose en el suelo. También vimos mujeres y hombres labrando o arando, niños con bueyes, arrozales y mujeres hundidas en el barro faenando en él.



















Cuando llegamos fuimos bien recibidos en el Sapana. Este sólo tenía dos habitaciones con aire acondicionado con proyección de poner aire en más. Estas eran las que habíamos reservado para no morir achicharrados.

Las habitaciones eran muy agradables y decoradas con buen gusto, todas con porches o terrazas muy luminosas.



















Pronto Hugo, Pablo y Miguel bajaron a los jardines para explorar los alrededores. Hugo encontró un caracol del tamaño de un puño y Pablo un elefante que vivía allí bajo un enorme cobertizo con un techo de troncos. También había dos cabras que campaban a sus anchas y pronto fueron bautizadas por Pablo y Hugo con los nombres de Ball y Toy. Yo oía algo como “Bolitolla” y pensaba que era el nombre de una, pero no, las dos tenían ya su nombre.
Ellos pasaron muchas horas con ellas, dándolas de comer toda clase de hojas de los árboles. Esto hizo que las cabras acudieran solícitamente detrás de los niños cada vez que estos aparecían.

Esa tarde realizamos nuestra primera incursión en la selva del parque Nacional de Chitwan, en concreto el Safari con elefantes.
Cada elefante tiene una montura para que suban 4 personas, yo subí con Miguel, Pablo y Hugo. Marga con tres chicas nepalíes. A mitad del circuito cambiamos nuestras posiciones Marga y yo.


































Durante dos horas los elefantes se adentraron lentamente en la jungla de Chitwan, atravesaron ríos y charcas, pequeños senderos donde los elefantes apenas cabían y se movían con dificultad en la espesura de la arboleda. A los 15 minutos de comenzar nuestro recorrido empezó a llover, primero suavemente y luego más fuerte, por lo que no pusimos los chubasqueros.
Dejamos a tras lo estrechos senderos y aparecimos en un gran claro donde el río Rapti formaba un pequeño meandro. Allí grandes ciervos se bañaban sin inmutarse ante la presencia habitual de los elefantes.






















En ese momento había dejado de llover y un poco más allá pudimos ver la cornamenta de un gran rinoceronte, el guía montado en la cabeza del elefante nos lo indicó, clavó la punta de sus pies por detrás de las orejas del elefante, y este obedeció rápidamente dirigiéndose hacia el rinoceronte. Este cruzó de izquierda a derecha un pequeño ramal del río y luego lo vadeó, apareciendo esplendoroso ante nosotros, con la piel brillante por el agua y unos rayos de sol que en ese momento asomaban.
Hugo estaba entusiasmado de verlo tan cerca. Los 4 de los 5 elefantes que en ese momento estaban presentes estaban tranquilos, pero el otro empezó a barritar estruendosamente y moverse torpemente ante la cercanía del rinoceronte. Hugo no pudo reprimir una carcajada sostenida y más ruidosa todavía, que en vez de ser censurada por nuestro guía, consiguió contagiar a varios de los turistas presentes, menos a los que iban subidos en el elefante más nervioso.

















































El hecho de que esperáramos ver al rinoceronte, no disminuyo la impresión de ver la majestuosidad de este enorme animal. El rinoceronte nepalí o asiático tiene la singularidad de tener un solo cuerno a diferencia del africano que tiene el grande y uno más pequeño.
Hugo llevaba una compacta y decidió hacer alguna foto.

Seguimos nuestro recorrido cruzando otro riachuelo y más charcas, el guía utilizaba el dedo gordo del pie a modo de espuela, sólo que aplicaba la fuerza en la sonrosada parte de atrás de las orejas. Si alguna vez el elefante dudaba, el guía amagaba con un gancho de hierro y solía bastar para que el elefante reaccionara.


































En un momento dado, se me cayó la tapa de la cámara y el guía le dijo unos fonemas extraños al elefante, y este olisqueo con la trompa en la alta hierba hasta que la encontró, la recogió con la trompa y se la dio.

El itinerario fue precioso y mereció mucho la pena. Al final del safari Hugo le dio una cuantas bananas al elefante, que este cogía con su enorme boca de las manos ante la sonrisa embobada del niño.



















































Volvimos al Sapana, en Chitwan la temperatura es brutal y la humedad en monzón es muy elevada, ya habíamos leído algo, pero aquí era casi imposible sobrevivir en julio.
A pesar de todo, la vida en el Sapana era muy agradable y las tierras que rodeaban este lodge nos trasladaban a un ambiente rural de hace 70 años.
Muchas veces visitábamos a las simpáticas nepalíes que cultivaban el arroz mientras cantaban, o mirábamos como los hombres araban las tierras con bueyes.
Todos los días de sol a sol las labradoras y en menor medida labradores trabajaban la tierra, solamente al mediodía descansaban para comer y tumbarse a veces debajo de un árbol y otras en los porches de su casa. Allí en una especie de mesa alta y grande, muchos labriegos dormían la siesta extenuados por el cansancio físico de toda la mañana trabajando bajo el sol. Curiosamente las mujeres seguían faenando en tareas “menores” por los alrededores de la casa.






















Recordaba cuando mi abuelo Víctor me contaba de niño como era la vida en sus tiempos mozos, en la España prebélica de la guerra civil, de sol a sol y trabajando en el campo, cantando en la recogida de la cosecha, comiendo en la era y durmiendo al medio día en el campo.
Todo aquello entonces me parecía de otro mundo, a pesar que recuerdo haber visto a un hombre trillar cundo yo tenía 6 años (hace 40), un hombre sentado en una silla clavada aun trillo y tirado por una mula.
Pues bien, todas esas faenas agrícolas a la antigua usanza estaban aquí presentes aderezadas con los coloridos ropajes nepalíes.





























En el Sapana había dos bicis de montaña y todos los días salía un par de veces por los alrededores. Alguna vez salí con Pablo, casi siempre sólo.
Solía salir después de comer, con la chicharrera máxima cayendo. Pero recuerdo estos paseos como un regalo maravilloso. Llevaba una mochila con la réflex, una compacta y una botella de agua.
En esos paseos hablé con muchos labriegos nepalíes que trabajaban el campo junto a sus hijos, grupos de mujeres sembrando arroz, otras que cuidaban a sus hijos en casas de adobe, hombres montados en elefantes por los caminos.
Un sinfín de situaciones maravillosas y especiales, de esas que son “mis momentos” sólo para mí.


















Los paseos duraban unas dos horas y era consciente, consciente, consciente, de todo lo que vivía y como lo vivía. Consciente de cada brizna de hierba, como el aire caliente y limpio nepalí entraba por mis pulmones, en cada pedalada una visión, una sensación. Que permanezca, que no me falte esto, por Dios, esto es la vida, la gente, gente que se da, sencilla y cariñosa, estos campos, estos veredas.
En uno de los paseos solitarios, que yo buscaba cada vez más a menudo, paré en una casa de madera en cuyo porche dos mujeres nepalíes de uno 30 años me saludaban con la mano.










































Supongo que no esperaban que yo parara y bajara de la bici, al acercarme a ellas fui consciente de su belleza. “Hablamos” un buen rato como pudimos, entre señas y diferentes vocablos. Ellas se reían a carcajadas al no entender nada. En un momento dado hablaron de invitarme a un té, que yo acepte cortésmente. Después de unos minutos charlando y bebiendo el té nepalí, una de ellas se me acerco y me lanzaba a la cara frases cortas de dos o tres palabras en nepalí, que repetía una y otra vez mientras la otra reía. Decía una palabra y yo la repetía en tono interrogativo y ella volvía a repetirla, mientras hablaba me miraba de arriba abajo, y le lanzaba miradas cómplices a la otra que cada vez reía con unas carcajadas más sonoras mientras se doblaba de la risa. Yo no entendía nada pero no era difícil imaginar de qué clase de juego se trataba. Sabía que las nepalíes eran abiertas, pero esto era más de lo que esperaba. Me invitó a ver la casa de adobe por dentro agarrándome del brazo, apenas eran 10 metros cuadrados. Allí había una cabrita cuyo nombre me dijo mientras me miraba con su cara a un palmo de la mía. ¿Sería el espacio vital nepalí más reducido que otros países?. Yo señalaba a la cabrita con la mano y ella repetía su nombre manteniéndome la mirada.


Me despedí entre risas, mientras mi bici se alejaba pude ver como las dos mujeres me saludaban con la mano. ¡Qué simpáticas!




































Canoa

Al día siguiente tocaba madrugar para realizar el paseo por el río Rapti. Y el paseo por la jungla.
Ese día chispeaba a ratos. Cuando llegamos a las canoas, vimos que estas eran bastante bajas y aunque parecían estables, no dejaban de moverse. Eran muy parecidas a las que habíamos visto el año anterior en Uganda.
El paseo en canoa fue muy relajado y tranquilo, disfrutando de las aves de las riberas del río y de tres cocodrilos medio sumergidos.
Impresionaba el silencio de la selva, apenas roto por algún salto de pez o los chirridos de las aves.
Era una parte del viaje que me inquietaba un poco. En nuestros viajes nunca había montado en una canoa baja en un río con cocodrilos. Y aunque estos parecían adormilados, yo sabía de lo que eran capaces en un momento dado, si al destino se le antojaba.










































Cuando terminamos el paseo en canoa, empezamos el paseo a pie por la jungla. Parapetados con nuestros chubasqueros, nos pusimos en marcha tras nuestros dos guías.

El paseo fue precioso pero no vimos ningún tigre. Sólo la típica huella del mismo en medio del la jungla.

A la vuelta nos encontramos con una pareja de ingleses que habían oído los rugidos de un tigre y poco más tarde lo habían visto entre hierbas altas, a unos 30 metros. Después de todo iba a ser posible, aunque sea de mala manera, ver un tigre en Chitwan.






















Por la tarde teníamos programado el safari en todoterreno. Fue bastante entretenido, vimos un gran rinoceronte y ciervos de diferentes especies.
En un momento determinado vimos más ciervos a 300 metros de la orilla del rio. Le dije a Durba si era posible acercarnos a aquel lugar, y me dijo que no había camino. A la vuelta volvimos a pasar por allí y le dije al conductor que parara. Salté del coche cámara en mano, salí del camino y me encaminé por la espesa arboleda con la intención de salir exactamente en la orilla donde los grandes ciervos se remojaban. Primero seguí un senderito paralelo al rio a unos 130 metros a su izquierda, cuando se acabó este continué campo a través. Mi idea era llegar por sorpresa hasta donde estaban los ciervos antes de que se asustaran. Durba me siguió a unos 70 metros. Dejé la parte llana y giré a la derecha, subiendo una pequeña colina. Detrás de esta colina y una vez bajada llegaría a la orilla, justo en la parte donde estaban los cérvidos. O por lo menos eso creía, después de mis cálculos de llegar a ellos dando un rodeo.























Una vez situado en lo alto de la colina bajé bordeando por la derecha unas grandes zarzas que me impedían un acceso fácil. Todavía tenía muchos árboles delante cuando me faltaban 40 metros para llegar cuando sentí el sonido fuerte del chapoteo por el agua. Me quedé quieto en el silencio del bosque para no asustarlos, pero estaba claro que me habían oído.
Así que, o todo o nada, eche a correr a todo trapo y según iba sorteando árboles sin ver todavía la orilla oía el sonido de muchas patas corriendo con violencia sobre el agua, era un sonido atronador que contrastaba con el silencio del bosque. Cuando llegué, cuatro enormes ciervos cruzaban a grandes zancadas el río, que por allí era de unos 100 metros de ancho, otros todavía en la orilla empezaron a correr frenéticamente. Sin pensarlo alcé la cámara y me maldije por no haber puesto el programa a manual con una mayor velocidad de obturación. Pero no había tiempo, disparé como pude y atrapé algunos de estos fantásticos cérvidos en plena huida. Cuando llegó Durba a la carrera no quedaba ninguno, sólo los había oído, ante su desconsuelo le enseñé las fotos, un poco movidas ante lo precipitado del momento.
















































Otra de las visitas que realizamos fue al criadero de elefantes un centro especial a 3km al Oeste de Sauraha. La procedencia de los elefantes que realizan safaris en Chitwan es de este criadero mayoritariamente.
Vimos numerosos elefantes debajo de sus altos cobertizos de madera. Hugo escuchaba con mucha atención ya que nos oyó decir que a los elefantes les daban dulces o kuchiis, que consistían en un preparado de melaza, sal y arroz, envueltos en hierba y preparados por los jinetes. Hugo decía que eran chuches, ya que no había mucha diferencia entre Kuchiis y chuches.
Había una casa central donde varios hombres preparaban la comida, les pedí permiso para pasar y estos me lo dieron, pero debía descalzarme antes. Allí humeaban grandes cazuelas al fuego repletas de comida, mientras los hombres comían sentados en el suelo con la espalda en la pared ocupando el perímetro de tres paredes de la sala totalmente diáfana, la otra pared era para las hogueras que alimentaban las viandas.
Tiré unas cuantas fotos y me despedí.









































Por la noche fuimos a ver un espectáculo típico de los Tharu , minoría étnica del Nepal, con sus bailes típicos con palos de madera que golpean los hombres dispuestos en circulo y con una sincronización asombrosa.
Una tarde habíamos visitado ya a esta minoría étnica en sus propias casas. Como transporte utilizamos un carro tirado por bueyes, así que Hugo estaba encantado.

BAÑO DE ELEFANTES

Sin duda, la actividad estrella del Chitwan National Park. Uno puede realizar un fantástico safari encima de los elefantes por la jungla, pero es ampliamente superado por el baño con ellos. Sentir el contacto de su rugosa y fuerte piel directamente, disfrutar y refrescarse con ellos en el río Rapti, cepillarles el lomo o lanzarse desde ellos al agua.
Salimos montados en dos elefantes desde el Sapana. Para ello íbamos con los bañadores puestos, los que teníamos. En dos minutos llegamos al río donde nos bañamos cerca de dos horas con los paquidermos. Miguel, Pablo y Hugo disfrutaron muchísimo con los elefantes e iban cambiándose de uno a otro. Estos llenaban su trompa de agua y la lanzaban sobre los jinetes, Hugo no paraba de reír. Otra de los juegos consistía en descabalgar a los jinetes. El elefante se contorneaba con fuerza y todo el mundo salía despedido al agua, o simplemente se dejaba caer a un lado y todos terminábamos en remojo.







































Era conmovedor ver como la elefanta hizo un descabalgamiento en solitario para Hugo, esta se sentó el lecho del río y se contorneo, pero esta vez en vez de hacerlo con todo el cuerpo, apenas movía la cabeza y luego se tumbaba suavemente. La elefanta sabía que el jinete era una cría humana y requería de unas sacudidas y movimientos más suaves. Así que Hugo fue suavemente mecido por el enorme animal.
Otras veces Hugo compartía cabalgadura con sus hermanos, por lo que tocaban movimientos más vigorosos, por lo terminaba saltando del elefante antes de que este se tumbara.
Mientras realizábamos estas piruetas algunos pescadores con red faenaban cerca de allí, habituados ya a estas historias.
Para los elefantes esta es una vida cómoda, ya que de otra manera podrían estar haciendo trabajos pesadísimos de sol a sol en cualquier lugar. De esta manera los paquidermos trabajaban en el sector turístico, donde tenían asegurada una vida cómoda y los cuidados adecuados.
Como ya he dicho antes, era impresionante sentir la piel rugosa en contacto con nuestra piel, en realidad era como una lija, y montar a pelo era lo más cerca que podíamos estar de estas maravillosas criaturas.

















Al Sapana Lodge también llegaron una pareja formada por un pamplonica (Maxi) y una madrileña (Paula). Miguel se cruzó con ellos con un típico “hello”, pensando que eran extranjeros.
Resultó una pareja de lo más agradable. Es fácil encontrarse en los viajes a otros compatriotas, a veces muy majos, pero también es frecuente encontrarse con gente estirada y distante, que da lecciones de todo.
Compartimos alguna cena juntos en el Sapana, rodeados de mares de luciérnagas. Sí, porque resulta que en el perímetro del Sapana (perdón por el paréntesis), rodeado de extensos campos, en la sobrecogedora oscuridad que allí reinaba, flotaban cientos de luciérnagas que volaban de un lado a otro, dando una sensación mágica a este lugar. Algunos días había más que otros sin motivo aparente. Fui postergando el momento de dedicarles una sesión nocturna de fotografía y al final nunca la lleve a cabo. Todavía estoy lamentándolo con gran pesar.

















Habíamos quedado con los españoles para ir al pueblo a las 12 de la noche, para ver el partido España- Alemania del mundial de fútbol.
Nos habíamos retirado a descansar a las habitaciones sobre las 8.30, allí noche cerrada ya.

A las 11:50 subimos a un todoterreno la pareja de Pamplona (vivían allí), unos 8 trabajadores del Sapana, mi hijo Miguel y yo. Tuvimos que subirnos en los techos del coche porque sino no hubiéramos cabido. Los nepalíes del Sapana iban ya “demasiado contentos”, por lo que deducimos que no habían estado precisamente descansando hasta las 12 de la noche.
Cuando llegamos al pueblo vimos que había mucho ambiente. Tres bares o garitos abarrotados hasta arriba de nepalíes, cada uno con su pantalla gigante además de televisiones varias. Ya habíamos visto en Kathmandu como los nepalíes seguían con fervor el mundial.



























Todos los garitos estaban llenos de hombres, ni una sola mujer a excepción de las extranjeras. Supongo que habría cerca de 200 nepalíes por bar, delante de la pantalla que elegimos no había sitio, así que nos tiramos en el suelo delante de un televisor. Este local se quedaba sin electricidad cada dos por tres, normalmente cuando atacaba España, que era siempre. Consumimos una birras de litro los cuatro. Mientras el resto de nepalíes no tomaban nada.
Después de la tercera desconexión nos fuimos al bar de enfrente, este parecía que aguantaba el tipo en cuanto a suministro eléctrico. Allí había más nepalíes abarrotando el local sin consumir nada, casi todos iban con España. En este segundo garito había unos 10 extranjeros. A los 5 minutos de estar allí, marcó su fantástico gol de cabeza Puyol, los nepalíes gritaron de alegría y nosotros cuatro nos abrazábamos, saltábamos e hicimos el cabra por el suelo. En general soy poco futbolero salvo eventos muy importantes. De todas formas se vivía de otra manera lejos de casa.
Salimos de allí con la sonrisa puesta y el “deber” cumplido.
Un partido un tanto extraño, una manera de vivirlo diferente, entre amigos en todos los aspectos.

Al día siguiente nosotros marcharíamos a Kathmandu y volaríamos después a Vanarasi.
Dejamos allí dos amigos fantásticos, de los que te cruzas en la vida, compartes buenos momentos y cada uno se diluye en la distancia y el tiempo para siempre.
¡Suerte amigos!

2 comentarios:

  1. Hola Miguel! Aquí Paula, la parte madrileña de la pareja pamplonica! Que recuerdos más bonitos me ha traido leer tu post de Chitwan. Lo veo ya tan lejano... Muchas gracias por hacer que no lo olvidemos! Nuestro salto a la India fue muy bien y acabamos en el sur descansando y tomando fuerzas para la vuelta a la realidad. Fue una luna de miel atípica, pero irrepetible! Seguiremos leyendo tu blog con mucho interés y ya informarás de vuestro próximo destino, que seguro que ya lo tenéis decidido!

    Un beso para toda la familia de parte de Maxi y mia.

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  2. Hola Paula, perdona por no recordar tu nombre en el blog, aunque ahora tiene remedio.
    Os recordamos con mucho cariño a Maxi y a ti.

    Un beso para los dos, bueno mejor uno para cada uno, así tocáis a más.

    Suerte en todo

    Con cariño

    Miguel Ángel and family

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