13/9/10

Pokhara - Nepal

































Varias posibilidades teníamos para ir a Pokhara. En avión (bastante pequeño) no era recomendable en época de monzones; en autobús se podía tardar de 7 a 8 horas y el palizón estaba asegurado sobre todo para Hugo; el alquiler de taxis con motores precarios que no ayudaban nada en la peligrosa carretera Kathmandu-Pokhara también quedó descartado.
Al final decidimos alquilar un todoterreno para tres trayectos: Kathmandu-Pokhara, Pokhara- Chitwan National Park y Chitwan-Kathmandu.
El motivo principal era que con un coche con más potencia de motor, el viaje Kathmandu-Pokhara quedaba reducido a 4 horas o 4:30, lo que mejoraba el trayecto en varios aspectos:
Por un lado reducía el tiempo de viaje y de peligros. Ya he hablado otras veces de los peligros de la conducción en ciertos países. En el caso de Nepal, camioneros sin piedad tipo “Mad Max” que no se apartan ni ceden el paso, casi todos sin puertas y conducidos a veces por hombres medio niños. Si les tienes que adelantar tienes que salirte casi de la cuneta, ellos seguirán por el medio de la carretera.






















El adelantamiento se hace por el sistema de te pito tres o cuatro veces y si su majestad quiere se aparta, sino por lo menos ya sabe que vas a intentarlo.
Por supuesto, apurar el adelantamiento hasta el último momento, es una ley no escrita en una carretera con un carril para cada sentido.
Otra curiosidad es que cualquier camión para en medio de la carretera a lo que sea, el conductor micciona con fervor y mirada al horizonte himaláyico, el conductor se ducha en una caída de agua de las laderas de las montañas con una gruesa capa de jabón espumoso y frenéticos frotamientos, el conductor se echa una siesta debajo de la sombra del camión. Estas paradas del camión son señaladas con unas ramas con hojas verdes en el suelo unos 10 metros por delante y por detrás del camión y otras ramas en los parachoques o ruedas.
Así que todo o que sea reducir tiempo y presencia en carretera bienvenido sea.
















Otra ventaja que nos daba la disminución del tiempo de conducción Kathmandu-Pokhara era el aumento de tiempo de disfrute.
Los tres traslados de 8 horas cada uno, 8x3= 24 horas, quedaba reducido a 3x4= 12h, por lo que ganábamos medio día para otras aventuras, que en estos viajes es mucho. Si, ya sé que el propio viaje es aventura, pero que quieren que les diga con dos adolescentes y un niño.

















En el aspecto económico el viaje salía peor, pero siendo cinco no salía tan mal del todo.
Por unos 70 $ (52 Euros entonces) por trayecto, unos 10 euros por cabeza y pensando en la reducción de riesgo y aumento de tiempo disponible por un viaje más corto, merecía la pena escoger un coche con cierto reprís, que en estos casos es media vida. Como en otros viajes, vimos muchos accidentes en las carreteras.



































A las 6 AM salió nuestro coche que habíamos alquilado al Sapana Lodge, el lugar donde nos alojaríamos en el Parque nacional de Chitwan, a las 10:30 AM con dos paradas incluidas llegaríamos en Pokhara.
Salir de Kathmandu cuesta un poco ya que para salir del valle hay que atravesar un puerto lleno de pesados camiones y autobuses, sobre todo si es fin de semana.
Luego el tráfico se relaja y las vistas durante todo el trayecto son preciosas, casi siempre circulando por el margen izquierdo del imponente rio Trisuli, rio que va atravesando pequeños pueblos y verdes montañas. Puentes colgantes metálicos puestos por el estado cada ciertos quilómetros, permiten a los nepalíes cruzar el río de una orilla a otra. Algunas veces, lo que permitía el paso a la otra orilla era una pequeña cabina que recorría un cable de acero ayudada por una polea.



El agua, que en ocasiones desbordaba de la ladera de las montañas que limitaba la carretera por la izquierda, era aprovechada para el baño y aseo de la población, normalmente esforzados trabajadores del campo, que aprovechaban el torrente que caía a las cunetas para enjabonarse y ducharse, mientras el rio Trisuli a nuestra derecha bajaba con una fuerza descomunal, sobre todo en esta época.
El día era glorioso, “very clear” decía Paraman, nuestro conductor. Tan very clear era el día que vimos los Annapurnas asomando con esplendorosa claridad.
Nosotros pensábamos que la única posibilidad de ver algo de los Annapurnas en esta época del año iba a ser de madrugada en el mirador de Sarangkot. Pero ante nuestros ojos apareció el Annpurna II 7935 metros maravillosamente nítido y majestuoso, justo al cruzar un puente que atravesaba el río Trisuli. También pudimos contemplar el Annapurna IV 7525 metros, el Cola de Pez o Machapuchare, 7000m y el Lamjung Himal 6931m.
























En ese puente bajamos los que estábamos despiertos en ese momento, Marga, Pablo y Yo. Disfrutamos muchísimos de sus vistas en un lugar abierto que contrastaba con la fuerza y el horizonte visual del rio alejándose. Un poco más tarde atravesaron el puente una madre seguida de su hija, que nos sirvieron de referencia perfecta para unas fotos con la inmensidad de los Annpurnas detrás.
La madre protegida con un paraguas del sol, la hija con una bolsa de tela verde sostenida por las asas en la cabeza.
Aunque ya antes habían aparecido varios lugares donde se podía apreciar la inmensidad del gran macizo, fue en este lugar donde mejor pudimos apreciarlo. Personalmente con esta visión de los Annpurnas me daba por satisfecho, ya que según habíamos leído, las nubes podían cubrir durante eternos días todo el paisaje sin dejarnos ver apenas un pedacito de estos heroicos paisajes. Pero hoy el día era “very clear” y con mucho sol.
Durante los dos días que estuvimos en Pokhara el tiempo abrió varias veces, por lo que pudimos ver varias veces estos espectaculares monstruos del Himalaya.
En este viaje teníamos todos los tickets de avión y de tren comprados de antemano, los hoteles sin embargo habían quedado “abiertos”, salvo alguna excepción. Ya habíamos comprobado como en Asia el precio de cualquier habitación era susceptible de negociación.

















En Pokhara habíamos mirado en internet tres posibilidades de hotel que salían más caras que en vivo. Cien metros antes de llegar al primer hotel le dije a Paraman, nuestro chofer, que parara. Sólo bajamos marga y yo con dos mochilas pequeñas en la espalda. Ya habíamos comprobado en otros viajes como el solo hecho de ver entrar en el hotel a una familia entera subía el precio, y si aquí encima nos veían bajando de un todoterreno tendríamos un plus añadido en el regateo.
Este sistema funcionaba, entrabamos siempre Marga y yo y cuando teníamos un precio en firme de una habitación doble, le pedíamos una más ante la sorpresa del recepcionista, les decíamos los que éramos y a veces conseguíamos una rebaja más al ser dos habitaciones. Este método lo utilizamos en varios alojamientos.















Todavía miraríamos un hotel más, pero aunque nos salía bastante mejor de precio nos quedamos con el primero (Trek- O –Tel Pokhara) ya que eran mejores las habitaciones e incluso tenía un hermoso jardín. Su situación al lado del lago Phewa, en una zona tranquila, también nos convenció. Cogimos una triple y una doble, incluso tenían TV por lo que pudimos ver el partido del mundial de fútbol de cuartos España-Paraguay.
Allí de 12 AM a 2 AM, a unas horas un poco comprometidas nos quedábamos esa noche Miguel y yo en la habitación doble.
Bueno, lo primero que hicimos después de desayunar fue alquilar una barca en el lago Phewa. Resultó que la alquilamos en la parte más alejada de la isla central donde se encuentra el Templo de Barahi por lo que toco remar más de la cuenta . Allí entre otras barcas, vimos a unos nepalíes nadando con chalecos salvavidas y aunque en este “paseíto” no teníamos pensado bañarnos, el calor era tan descomunal que Pablo, Miguel, Hugo y yo terminaríamos nadando en el Phewa.

























En los árboles de las orillas se podían apreciar águilas y bastantes martines pescadores. En ese momento el día estaba clarísimo y seguramente hubiera sido un buen momento para subir a Sarangkot, ya que en 20 minutos de coche estás arriba. Pero tampoco puedes condicionar el viaje en pos del mirador de todas formas nosotros habíamos visto muchísimo para lo que esperábamos.


Pagoda de la paz mundial

Al salir del lago Phewa nos fuimos a comer, pero antes apalabramos un taxi para subir a la Pagoda de la Paz mundial. Miguel y Pablo ya tenían bastante por hoy después del viaje Kthamandu-Pokhara y la chicharrea en el Phewa lake. Así que se quedaron recorriendo las numerosas tiendas de ropa de montaña que había por nuestra zona, justo en la orilla del lago Phewa. Estuvieron un par de horas trasteando tiendas, compraron unas gafas de sol estilo retro años 70 y se pusieron a chatear con sus amigos en un ciber.























Mientras, Marga, Hugo y yo nos dirigimos a la Pagoda de la paz mundial, el taxi apalabrado había sido difícil de encontrar ya que subiríamos a una hora un tanto tardía. Los taxis no llegaban hasta arriba, ya que estaba cortada la carretera por unas recientes inundaciones. Al final conseguimos un taxi y en el precio pactado estaba incluido el acompañamiento del conductor hasta la pagoda. Hicimos bien, ya que desde donde se paraba el taxi (donde la carretera había sido literalmente arrancada en 20 metros) hasta la cima, había un recorrido de unos 30 minutos a ritmo rápido y que previamente había que conocer, si no era fácil perderse.















Atravesamos bellos terrenos de terrazas de arroz, algunas trabajadoras todavía trabajaban. Seguimos el curso de varios senderos, paralelos a acequias de aguas conducidas sabiamente para recorrer los diferentes sembrados. Después más terrazas de arroz más acequias, pendientes escarpadas, senderos…
Hugo iba en cabeza delante de nuestro guía taxista Anjan, el calor y la humedad eran altísimos, pero para Hugo este esfuerzo era todo un divertimento al ser una pequeña aventura. Al final llegamos arriba y pudimos contemplar la pagoda y las impresionantes vistas que se disfrutan desde allí.
Desafortunadamente sólo vistas a las terrazas de arroz, el lago Phewa y a la población de Pokhara y alrededores. Hermosas vistas, pero vedadas por las nubes a los Annapurnas. Seguramente durante el tiempo que estuvimos remando por el lago Phewa hubiéramos tenido mejores vistas.






















Bajamos de nuevo y quedé con el mismo taxista para el día siguiente, y digo quedé porque iría yo solo a las 7 de la mañana. Iría a ver unos territorios dedicados a cultivos de café y sus pobladores nepalíes, en una zona apartada del Pokhara.
Al volver al hotel descubrimos que nuestro hotel tenía un cocinero excelente. Así que muchos días comimos y cenamos allí.


SARANGKOT

Al día siguiente habíamos quedado Marga y yo a la 4:30 con nuestro taxista para visitar Sarangkot. Para mí, que me había acostado a las 2 de la madrugada después del partido de cuartos de España, suponía no haber dormido casi nada.
En 30 minutos estábamos en el mejor mirador de Pokhara para ver el macizo del Annapurna. Cuando llegábamos, las primeras luces del día empezaron a asomar. Había unas 30 personas que pronto se convirtieron en un centenar. Un grupo de ancianos y ancianas nepalíes cantaban canciones tradicionales mientras el sol quería asomar. Otro grupo de japoneses muy ruidosos tomaban 200 fotos por segundo, no sé a que, ya que entonces estaba todo cubierto y todavía muy oscuro.















Estuvimos una hora y aunque tímidamente se dejaron ver los hermosos y ansiados Annpurnas, no fue nada comparado con lo que pudimos ver el primer día del “very clear.”
Así que tuvimos que bajar sin haber visto despejado el macizo. Curiosamente a lo largo del día se aclaro por momentos.
Llegamos a las 6 AM al hotel y desayunamos tranquilamente mientras los “niños” seguían durmiendo. Marga luego se fue a la cama y yo me largue con Anjan a realizar una segunda visita a otro lugar de Pokhara, esta vez sin Marga y los chicos.















CULTIVOS DE TE Y CAFÉ

A las 7 de la mañana
Anjan me esperaba puntual, cogimos la carretera que llevaba a la parte alejada del lago Phewa.
Durante el camino hice parar a Anjan un par de veces para ver a los labriegos trabajando el campo y otra más para tomar fotos de las montañas nevadas que ahora si querían mostrarse. En esta ocasión era el Annapurna I (8091m) el que quería asomarse, junto el Cola de Pez o Machapuchare (6993 metros), iban apareciendo y desapareciendo entre las nubes como bellas apariciones gigantescas.
















Llegamos a una parte al Oeste del lago, donde hay dos entrantes del lago Phewa, una tiene conexión con el propio lago, la otra más alejada está cerrada, apenas tiene conexión y parece el resultado de un antiguo meandro. Esta última parte es la que recorreríamos, era una zona sin apenas población, en las montañas de alrededor sólo se veía vegetación. Sin embargo, esta zona estaba poblada por casas de agricultores escondidas entre las montañas. Allí me llevó Sarán, el taxista nepalí. En el lago vimos a unos cuantos hombres que negociaban el precio de venta de unos peces recién pescados.
Después de 500 metros por un camino de tierra, pronto tomamos otro que bordeaba la montaña que daba a la parte meridional del lago. Allí empezamos a cruzarnos con mujeres cargadas de fardos enormes de forraje para el ganado, otras llevan vasijas de agua o enormes cestas de mimbre con más vasijas, ropa para lavar o lo recolectado en el día.











También iban apareciendo casas rurales típicas nepalíes; en la parte de abajo un pequeño porche daba acceso a la puerta de madera principal normalmente de vivos colores. Allí muchas veces los campesinos dormitaban tumbados en esteras después de duras jornadas en el campo. En la parte de arriba tenían pequeñas estancias y un balcón cuyo suelo hacía las veces de techo del porche. El porche a su vez suele tener columnas rectangulares de madera, muchas veces azules. En las entradas de las casas o colgadas de las terrazas suelen secar los nepalíes sus cosechas de maíz, por lo que muchas veces hacen de adorno natural. Esto acompañado de ropas casi siempre rojas secándose encima de las fachadas, cuerdas o tejados daba a las casas nepalíes ya de por si bastante coloridas un toque maravillosamente luminoso y alegre.


























Al lado de las casas tenían una huertecillas para abastecimiento personal y unos pequeños cobertizos de madera para los bueyes.
Según subíamos ladera arriba iban apareciendo mejores vistas del lago y las plantaciones de café a su alrededor. Normalmente muchos pueblos nepalíes tienen plantaciones de café, pero esta zona era cafetera.
De vez en cuando me paraba retratar a esta gente en su casa o en los aledaños de esta. Sonreían y posaban. Recordaba como en otros países se enfadaban o me pedían dinero. Los nepalíes posaban abiertamente después de pedirlos permiso con solo hacer el gesto de levantar la cámara.




































Según subíamos nos cruzamos con un niño de unos 9 años que manejaba dos enormes bueyes con una soltura apabullante, no había duda de quién mandaba allí. Manejaba una gruesa y larga vara que levantaba amagando un movimiento para que las bestias obedecieran como corderos. Nos sonrió y siguió su camino.
En una de las características casas nepalíes una familia hacía vida debajo del porche. Algo que no se decir me hizo para allí y entablar una amistosa conversación de pocas palabras pero intensa de afecto. Una mujer de unos 19 años cuidaba de sus dos niñas de unos 4 y 8 años, también andaba por allí una abuela también muy joven. Esta familia podía representar perfectamente al pueblo nepalí; amables, risueños, confortables, abiertos, tangibles, dándose del todo. Nos hicimos alguna foto juntos y nos despedimos.





















Aparecieron más adelante otros niños campesinos, mujeres, ancianas, hombres trabajando sus huertas, otros niños que iban a la escuela.
Después de una hora de marcha llegamos a un alto donde se podían apreciar mejor las vistas de este anexo del lago Phewa , con el agua y detrás verdes montañas cuyo techo eran nubes que dejaban pasar de vez en cuando la majestuosa visión de los Annpurnas, en esta ocasión el Annapurna I (8091m).
En este alto había una casa de madera habitada por una mujer que ofrecía bebidas frías y café, me bebí un refresco y le compré una de sus bolsas de café mientras me enseñaba una serie de molinillos que usaban para moler el mismo.





















Para volver tomamos un camino diferente, cuando llevábamos un buen trecho andando apareció ante nosotros un árbol repleto de mariposas, el taxista guía pasaba de largo, pero yo tuve más remedio que para un buen rato, ya que nunca había tenido la oportunidad de ver tantas mariposas juntas, me coloque debajo del árbol y poco a poco las mariposas que se habían alejado a las ramas de arriba, empezaron a volar a mi alrededor, incluso, alguna incluso se posó en mi camiseta y retornaba luego el vuelo. Mientras Anjan sonreía de que algo así me llamara la atención, con cara de “mira que son raros estos turistas”.





















Cuando volví al hotel eran las 10:20. Hugo, Pablo Miguel habían podido dormir en condiciones después de varios días de madrugones, que venía precedido de nuestro accidentado periplo de 22 horas para llegar a Delhi.
Se disponían a desayunar, así que les acompañe junto a Marga, contándoles todo lo que había visto en aquellos increíbles campos y sus habitantes nepalíes.


Cascada del Diablo

Después del desayuno de los chicos nos fuimos todos a la Cascada del Diablo,
conocida también como Devis Falls o Patale Chhango.
Es una enorme falla donde el arroyo Pardi Khola es tragado por completo, desapareciendo bajo tierra.
Cuando estás cerca apenas se puede hablar ya que el ruido es brutal.
Por lo visto, según los habitantes de Pokhara el nombre de cascadas de David se debe a que un suizo calló con su novia en la cascada, siendo engullidos por este tremendo foso.






































Mientras le explicábamos esto a Hugo, este miraba muy serio y con la boca abierta, la oscura falla mientras engullía toda esa masa de agua, sin duda impresionado por el destino de los desafortunados suizos.


Asentamiento Tibetano de Tashi Palkhel

Estuvimos visitando también la zona antigua de Pokhara para luego marcharnos a comer a nuestro hotel. Antes habíamos quedado con
Anjan a primera hora de la tarde para visitar el asentamiento Tibetano de Tashi Palkhel, esa era la hora ideal ya que es cuando puedes verlos recitando y cantando sus oraciones. Era uno de los lugares señalado en rojo en la agenda de Pablo, ya que esperaba con verdadero deleite esta visita.
En la parte Norte del Pokhara, en la carretera de Baglung en un valle, a las afueras y junto al rio Seti estaba el templo budista de Jangchub Choeling. Nada más bajar oímos canticos todavía un poco lejos. Nos aproximamos al templo y en la puerta un joven monje nos invito a descalzarnos antes de entrar. Señalo con el brazo una zona de asientos situada a la derecha del templo de oración, reservada para turistas.



































Contemplamos como los monjes oraban y cantaban, algunos tocaban un gran tambor y otros trompetas de diferentes tamaños o discos de bronce.
La atmosfera era extraordinaria y a Hugo la cadencia y ritmo sostenido de los canticos le embriagaron por completo, llegándose a quedar medio en trance, sentado con las piernas cruzadas con las manos en alto y formando círculos con el índice y el pulgar, cual presto meditador.
La situación era bastante graciosa y pensamos que sería cosa de segundos, pero en esa posición se plantó Hugo cerca de cinco minutos, ahora incluso con los ojos cerrados. Hasta los monjes le miraban de reojo mientras cantaban mientras nosotros disimulábamos nuestra risa.
































Una experiencia mística y colorida, ya que los monjes iban con su característico habito budista.
A la salida nos hicimos fotos con un joven monje. En un anexo al templo de oración había una enorme y colorida rueda de la vida. La giramos en el sentido de las agujas del reloj. Anjan quiso impresionar a Hugo y agarro el asa circular que tenía la rueda en su parte de abajo, tiró de ella y le trasmitió un fuerte impulso, esta empezó a girar muy rápido. Pronto Hugo se animó y empezó a girarle también. El resultado era un cilindro gigante de gran masa girando a gran velocidad. Su inercia era tal que Hugo aprovechaba esta para colgarse del asa y ser llevado en volandas. No había manera de arrancarle de allí ante semejante disfrute. Era de entender con este espectacular y prodigioso columpio; una rueda de la vida que balanceaba y mecía a Hugo, era de verdad una rueda de la vida.

































Habíamos pensado ir a la piscina. Casi es obligatorio elegir un hotel con ella en julio con el monzón, temperaturas de 40 grados y humedades monstruosas que convertían un paseo de 10 minutos en una autentica sauna.
Nosotros no teníamos piscina en nuestro hotel por lo que fuimos a otro que tuviera.
Antes de ir vimos uno de los típicos puentes colgantes metálicos que atraviesan los caudalosos ríos nepalíes; en este caso el rio Seti.



































Le dijimos a Anjan que parara. El puente de unos 120 metros de largo atravesaba dos ramales del rio divididos por una parte arenosa en medio En la orilla derecha hombres y mujeres trabajaban sacando arena y piedras del rio en gigantescos, pesados y característicos cestos nepalíes de forma de embudo que llevaban prendidos con una asa a la cabeza. Curiosamente los hombres cavaban y las mujeres hacían de mula de carga con cestos pesadísimos que transportaban a otra zona. Este sistema de trabajo lo vería más adelante en algunas obras en la India, los hombres laboraban y las mujeres cargaban, discriminadas y vejadas al último eslabón de la cadena trabajadora.
Cerca, muchos niños se bañaban en ambas orillas, incluso alguno cruzaba la fuerte corriente a nado, empezando en un punto y llegando a la otra orilla 200 metros río abajo.
Recorrimos el puente varias veces, Hugo, Pablo y Miguel corrían sobre él y disfrutaban de sus vibraciones y de su equilibrio precario.






















Al vernos tan divertidos, un niño y una niña de la edad de Hugo vinieron a vernos y a correr con nosotros. Hablamos algo con ellos y nos hicimos unas fotos.
Dejamos el puente y nos fuimos a la piscina del hotel, pagamos la entrada que nos cobraron y estuvimos unas dos horas a remojo. Antes habíamos comprado un bañador para Hugo, Pablo y Miguel; el mío no se había perdido con la maletas y Marga no se compró ninguno ya que los bañadores de mujer nepalíes eran un poco conservadores y por encima de la parte de abajo llevaban una generosa minifalda y Marga no estaba por la labor de ponerse semejante indumentaria. Así que nos bañamos todos mientras la pobre Marga miraba bajo una sombrilla.




































Después del baño nos fuimos al hotel donde Marga se dio una larga merecida ducha fría.
Todavía tuvimos tiempo para comprar ropa de montaña y para el viaje, en la infinidad de tiendas que había en nuestra calle. También compramos una mochila grande de buena calidad y fantástico precio, en ella metimos lo comprado.
Cenamos esa noche en un restaurante junto al lago, un lugar acogedor donde a la luz de la velas se divisaba las ya negras aguas del bellísimo Phewa lake.